La prestigiosa publicación científica New England Journal of Medicine acaba de avalar los resultados de un tratamiento contra el sida llevado a cabo hace dos años por el hematólogo alemán Gero Hütter, del hospital universitario berlinés La Charité. Un paciente seropositivo de 42 años, que padecía leucemia, recibió un trasplante de médula ósea de un donante inmune a los efectos del VIH. La terapia ya fue presentada en noviembre de 2008, pero hasta ahora no había sido avalada por ninguna publicación científica.
El sujeto sigue libre del virus después de dos años, tanto en la sangre como en sus órganos vitales."Hoy, dos años tras el transplante, todavía no tiene ningún signo del VIH y eso sin tomar ninguna medicación antirretroviral", ha señalado Hütter en la CNN. "Escogimos a ese donante con la esperanza de que con el trasplante de sus células medulares podríamos, al mismo tiempo, eliminar la infección de VIH", ha indicado a la agencia Efe.El descubrimiento es "muy interesante científicamente, pero eso no quiere decir que se pueda aplicar masivamente a los pacientes", ha explicado a EL PAÍS el presidente del Grupo de Estudio de Sida (Gesida) de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), Federico Pulido.
El médico ha contado que la técnica usada en el experimento es muy "compleja, cara y peligrosa". Tanto, que en algunas de sus fases, como el trasplante de médula y la feroz quimioterapia a la que se somete antes el paciente, puede tener un riesgo de muerte del 30%."En el estado actual del tratamiento de la infección por VIH, donde, dentro de las enfermedades crónicas, el sida tiene menos complicaciones médicas (no hablo de las sociales como el estigma) que otras como las dolencias hepáticas o la diabetes, no tiene sentido un tratamiento tan peligroso", ha insistido el experto, quien, aparte de presidir la principal organización médica en España de expertos en sida trabaja día a día con los pacientes en el Hospital 12 de Octubre de Madrid.Además, el paciente usado en el ensayo ya tenía controlada la infección, por lo que Pulido cree que, salvo que tuviera que someterse a un trasplante de médula por otra causa -es lo que sucedió en este caso, porque el voluntario del ensayo tenía leucemia-, la técnica no tendría sentido.Queda, además, la duda de qué pasa con los reservorios del VIH.
Aunque se supone que en su mayoría éste se refugia en el sistema linfático, no se puede descartar que tenga otros refugios -se habla de testículos o gónadas, glándulas salivares o amígdalas-, lo que puede suponer que, a medio plazo, la infección reaparezca.Pulido también se ha referido a un aspecto "muy interesante científicamente": la médula trasplantada era de una persona con una predisposición genética a no infectarse (le falta el gen que abre la puerta CCR5, una de las vías por las que el VIH entra en los linfocitos para destruirlos). "Y el mismo efecto se consigue hoy día con un fármaco", ha destacado.Así pues, Pulido cree que el hallazgo es "muy hábil", pero afirma que él no se lo recomendaría a sus pacientes.
La apreciación de que no se trata de una revolución curativa la da la misma revista que publica el ensayo. Aparte de que no lo lleva a primera página, el editorial, que firma Jay Levy, se titula elocuentemente: No es una cura, sino un prometedor nuevo enfoque.
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